jueves, 3 de julio de 2014

En tan sòlo una mirada...

Sevilla, que sabe tanto de sus cosas, siempre quiere lo mejor para sí misma, por eso tiene una Plaza con encanto y sabor a Imperio comandado por los Romanos a las ordenes de un tal Poncio Pilatos. 
Así es, ese es el nombre que recibe esta vieja Plaza que guarda tanto secretos, leyendas e historias.
Desde esta plaza es donde da lugar el inicio hacia el calvario sevillano, hasta ese Monte del Gólgota situado en Luis Montoto, en concreto finaliza en el Templete de la Cruz del Campo.
Así es como nos lo cuentan, que existen los mismos metros que anda Jesús con su Cruz, desde la Puerta de la Casa de Pilatos hasta el Gólgota.
Allí en esa Plaza es donde Zurbarán pinta ese cuadro inédito de los sueños sevillanos. Allí, èl espera un año entero soñando como el Hijo de Dios pasarà y volverá a recrearse en su lienzo.
Y allí, yo sentí la dulzura en una mirada, sentí el abrazo que sòlo tú puedes dar, sentí ese alivio que sòlo la textura de piel transmite. Me sentí arropado, fueron escasos minutos pero ante tanta multitud sentía en mi soledad ese reencuentro a escondidas entre tú y yo.
Un amor como dos jóvenes, una plaza de Sevilla por testigo, la luna de centinela y una música especial para amenizarlo. Este Martes Santo que no olvidarè por sencillas razones, completaste con aquel momento de emoción el sueño del que no había despertado desde las 4 y media de la tarde.
¿Es verdad que con una mirada sienta eso? Pues sì… así fue, y se marchò el momento en un suspiro que me quitò de la mano esa ternura que se colocó a mi lado. Tú que me diste un sitio privilegiado, que no pides nada a cambio, que fuiste castigado. No busques entre mis líneas el dolor del consternado, solo pido el perdón de esas veces que te fallado.

Para el tiempo otra vez, llévame a esa Plaza de Pilatos para buscarte nuevamente, déjame sentir como aquella primera vez que las manecillas de mi reloj tintineen al compàs del tambor que alivios no encuentro para este dolor que vacìo me deja cuando no puedo mirarte de frente como lo hice esa última noche entre tus brazos, Señor mío de la Presentación.

Texto: Juan A. Ortiz Izquierdo
Foto: Juan A. Moreno

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