Sevilla, que sabe tanto de sus cosas, siempre quiere lo mejor
para sí misma, por eso tiene una Plaza con encanto y sabor a Imperio comandado
por los Romanos a las ordenes de un tal Poncio Pilatos.
Así es, ese es el
nombre que recibe esta vieja Plaza que guarda tanto secretos, leyendas e
historias.
Desde esta plaza es donde da lugar el inicio hacia el calvario
sevillano, hasta ese Monte del Gólgota situado en Luis Montoto, en concreto
finaliza en el Templete de la Cruz del Campo.
Así es como nos lo cuentan, que
existen los mismos metros que anda Jesús con su Cruz, desde la Puerta de la Casa de Pilatos hasta el Gólgota.
Allí en esa Plaza es donde Zurbarán pinta ese cuadro inédito de
los sueños sevillanos. Allí, èl espera un año entero soñando como el Hijo de
Dios pasarà y volverá a recrearse en su lienzo.
Y allí, yo sentí la dulzura en una mirada, sentí el abrazo
que sòlo tú puedes dar, sentí ese alivio que sòlo la textura de piel transmite.
Me sentí arropado, fueron escasos minutos pero ante tanta multitud sentía en mi
soledad ese reencuentro a escondidas entre tú y yo.
Un amor como dos jóvenes, una plaza de Sevilla por testigo, la
luna de centinela y una música especial para amenizarlo. Este Martes Santo que
no olvidarè por sencillas razones, completaste con aquel momento de emoción el
sueño del que no había despertado desde las 4 y media de la tarde.
¿Es verdad que con una mirada sienta eso? Pues sì… así fue,
y se marchò el momento en un suspiro que me quitò de la mano esa ternura que se
colocó a mi lado. Tú que me diste un sitio privilegiado, que no pides nada a
cambio, que fuiste castigado. No busques entre mis líneas el dolor del consternado,
solo pido el perdón de esas veces que te fallado.
Para el tiempo otra vez, llévame a esa Plaza de Pilatos para
buscarte nuevamente, déjame sentir como aquella primera vez que las manecillas
de mi reloj tintineen al compàs del tambor que alivios no encuentro para este
dolor que vacìo me deja cuando no puedo mirarte de frente como lo hice esa
última noche entre tus brazos, Señor mío de la Presentación.
Texto: Juan A. Ortiz Izquierdo
Foto: Juan A. Moreno
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