viernes, 5 de abril de 2013

Emmaus en la Calzà

Acabàbamos de bajar del Salòn donde recibimos la amarga noticia de la suspensiòn de nuestra Estaciòn de Penitencia cuando, por tercera vez consecutiva, tenìa que hacer el camino de vuelta a casa con mi Monaguillo explicàndole que su ilusiòn, en forma de estampitas o caramelos, iba a tener que esperar otro añito màs para dàrselos a sus amigos o niños del barrio que se acercasen a ver al Hijo de Dios..
A punto de quedarme en casa agobiado por la reiteraciòn de nuestro destino, decidì salir e ir en busca de aquellos que esa tarde-noche iban a estar sintiendo lo mismo que Yo, el mismo fracaso, la misma derrota, la misma desilusiòn. Ellos son mi Cristo debajo del Paso, no podìa dejarlos tirados.
Una vez llegado al lugar donde estaban muchos y saludando a los familiares que siempre, SIEMPRE suelen estar a nuestro lado en la Victoria o en la Derrota, nuestro particular Cleofàs, nuestro Capitàn, iba haciendo correr el aviso de que ìbamos a ir a entregar nuestra ofrenda a Santa Angela como todos los Martes Santos en los que, algunas veces, vamos hasta con nuestro Paso.
La Ilusiòn, la Alegrìa, SIEMPRE LA ALEGRIA en esta Cuadrilla, resucitaba en nosotros. Brotaban de nuevo las sonrisas en nuestros rostros, cogìamos nuestras mochilas, nuestros costales y nos encaminàbamos hacia ese particular Emmaus dònde nosotros, sus discìpulos, serìamos testigos de que La Ilusiòn habìa RESUCITADO.
Con un ramo de claveles rojos como estandarte ìbamos adentràndonos intramuros para irle siempre ganando terreno a la Ciudad que lleva ya un Trienio sin ver al Hijo de Dios por las arterias que conforman sus calles.
La gente se acercaba y nos miraba, algùn atrevido nos preguntaba dònde ìbamos y le explicàbamos el compromiso de la Cuadrilla con las Hermanas de la Cruz. Todos nos despedìan con cara de Felicidad y deseàndonos que disfrutàsemos.
Al llegar a la puerta del Convento, dos parejas de chavales, nos decìan que no estaba abierto, que no se podìa pasar. Ellos eran como Santo Tomàs aquel Domingo, incrèdulos y habìan perdido la fè en poder visitar a Madre Angelita.
Nuestro Capataz presentaba la credencial ante la Hermana que nos atendìa en la Puerta: "Somos la Cuadrilla de Capataces y Costaleros de la Sagrada Presentaciòn de Jesùs al Pueblo de la Hermandad de San Benito que, aunque con la lluvia, venimos a hacer nuestra ofrenda a Santa Angela como cada Martes Santo. Los Martes Santo venimos con el Paso y lo hacemos en el Monumento, hoy, por la inclemencia del tiempo, hemos venidos solos y nos gustarìa que avisara a la Madre Superiora para hacerle entrega".
Al llegar la Hermana al dintel de la Puerta, nos explicò que estaban remodelando el Camarìn donde està nuestra Santa y que por eso no habìa visita pero que nosotros podìamos entrar.
Todos nos miramos a los ojos, incluso miramos a aquellas dos parejas que nada tenìan que ver con nosotros e invitamos a que pasaran como si fueran, en realidad toda Sevilla lo es, parte de nuestra Cuadrilla.
La Paz que se respira en el interior del Convento, en silencio sin nada màs que nuestra presencia y esos altos muros que Dios sabe la de oraciones que guardan por todos los Pobres y necesitados era lo ùnico que nos acompañaba hasta entrar en esa Capilla en la que ya no estaban los bancos en el lado derecho como cuando lo habilitan para la Misa que celebramos allì una vez al año. Ahora dos grandes esterillas con algunas almohadillas para reclinarse en sus oraciones ocupaban la totalidad de la Capilla y dibujaban entre las losas un pequeño laberinto que conducìa a Ella.
Una vez ante la Reina de los Pobres, rezamos y ofrecimos aquella Sangre del Hijo de Dios en forma de flores que siempre traemos en el Paso a los pies del Señor.
De nuevo habìamos hecho Feliz a alguien, esas cuatro personas nos despidieron en la Puerta con su reliquia de Santa Angela y su estampa que seguro guardaràn como nosotros tenemos en nuestro lugar preferencial, junto a Èl, en la Cabecera de nuestras camas donde en esos momentos de flaqueza nos agarramos, tocamos y sentimos que Èl està, siempre està. Està en cualquiera de vosotros, nosotros lo hemos visto, lo hemos sentido, aquì està.