jueves, 14 de febrero de 2013

La Puerta de los 40 días

Se escuchó la puerta de casa mientras ella, con su antigüa bata que le abriga las tardes daba una pequeña cabezailla sentada en el particular rincón de su sofá al cobijo de su mesacamilla y su estufa encendida.
No esperaba visita alguna pués no avisaron de su presencia, quienes todos los años y de costumbre familiar, se juntan para ir a la Misa de Miércoles de Ceniza.
Ella, que en sus últimos años, las canas de su roete le tuercen ese renglón milimétrico de su memoria, no se acordaba del día que siempre tenía señalado en su calendario para previamente bajar a esa tienda donde su mejor tendero le vendía ese pan preciado para nuestro paladares junto a ese tarro de miel que olía a Gloria.
Se puso pues nerviosa, no tenía nada previsto ni en su alacena para ofrecer de merendar. Ella, disfrutaba con ver a su nieto bocadillo en mano y vaso de cola cao apretando bien esos dientes para digerirlo y se decía así misma: “lo veo crecer”, aún no sabía el porqué padre e hijo o hijo y nieto se presentaron allí.
Tras el desasosiego creado por tal preocupación llego la pregunta de ella: “Bueno, ¿qué hacéis por aquí?”. Mirada y sonrisa de complicidad de estos dos, “hoy es miércoles de ceniza, Abuela”.
 “Ya? ya está aquí? otro año más? Me estoy haciendo mayor... “ Sí, otro año más, otro año más donde abuelas, madres, vecinas preparan blancas túnicas, repasan esos bajos, le quitan la cera que tanto trabajo cuesta.
De nuevo, recuerdo como cuando era pequeño sacar esa cajita de cartón y ver cada túnica bien colocada con ese terciopelo preparado para que no cogiera mota de polvo. En ella los escudos nuevos y los menos nuevos, cíngulos, hebillas, botones, guantes blancos... en fin, todos los avíos que se requieren para salir de nazareno.
 Ya está en nuestro corazón esa Cruz de Guía que marca la dirección de 40 días y 40 noches. 40 días de tríduos, de papeletas de sitio, de casas de telas, de confiterías, de cerveza en el Salvador para ver a los que disfrutan corriendo por esa rampla, otros juegan a bajarla haciendo de costaleros.
 40 días de esplendores donde transformamos Sevilla hacia nuestra cumbre. 40 Noches de ensayos de costaleros, de igualás donde el corazón late a pulsaciones desmedidas y si te vuelven a llamar se te contrae el corazón y no duermes en una noche viéndote pasear debajo del Señor.
Noches para limpiar enseres, noches donde los músicos empiezan a desfilar, donde las camareras comienzan a soñar, en las que el cerero te va preparando y el florista te clama con su toque especial.
 Su memoria le está fallando, pero no sus recuerdos. Ya va a comenzar como todos los años a contar con sus dedillos, diseñará otra vez con su mente ese barrio donde se crió, la calle estrecha de aquel Barrio de la Viña desde donde venía a ver al Señor y al “Pilatos”.
 Su vieja memoria no dejara atrás un ápice de estos días, de cada calle alucinante donde siempre jugó alrededor de su Iglesia.
 Lo echa en falta, lleva dos años cerrando su persiana, tragándose su orgullo en cada lágrima.
 Él no quiere pasar, pero si pasa ante su ventana se suele parar porque Él así lo quiere. Ella pierde su mirada, sus rezos no le arrugan las mejillas, un año más verlos es quitar uno en su corazón estrecho, asomarse a su ventana es la bendición de ayuda para un año entero.
 Esta máquina que piensa si no es contigo, ay amor que solo estoy!!.
 Y verte,cuando apareces en medio de la noche, me gusta verte… Pienso en Ti.

 J. Antonio Ortiz Izquierdo

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