Jamás se sueña con ese día, jamás lo esperas pero como todo en la vida,tiene que llegar.
La noche vuelve a ser la misma. Cuando en la Plaza del Museo se cierra el Portón, tras el derroche de sevillanía de la Virgen de las Aguas, hay unos hombres que intentan descansar.
La noche es fría, sus ojos intentan cerrarse desde hace un tiempo y el descanso es una batalla perdía en una madrugada de Martes Santos.
Este no es otro Martes Santo más, èl llegará como siempre, puntual a su cita, pero esta vez con gafas de sol que le protejan de esos rayos radiantes y al compàs le sirva de escudo protector.
Se perderá entre la gente, casi seguro que se encontrara con alguien con quien compartió faja y costal. Esta vez, con su más pequeño de la mano, le contará mil cosas, las cosas que él hacía, le transmitirá sus rituales, sus nervios, le explicarà algo que, del todo, no se puede contar y es el cómo te sientes siendo un Costalero del Señor un Martes Santo en la Calzá.
Los nervios, son cada vez más incesantes, este Martes Santo la faja la trae bien “apretà”, tiene que afrontar algo que, quien fue los pies del Señor durante años, còmo lo podrà superar?
“No me des las espalda” –Le dijo el Señor.
Él, conocedor de los suyos, buscaba a los que este año no están tan ceca, lo ha dejado de sentir bajo sus trabajaderas, y vio como se arremolinaba, como de frente ante él no quería estar este hombre.
“¿Tanto te he fallado?, perdóname porque en algún momento no he estado, pero de verdad mírame, no te marches, eres mío y yo tuyo” pero aùn faltaban fuerzas, los nervios a este costalero le podían y seguía perdiéndose en la lejanía, èl intentaba esperar pero estando cerca tenía que marchar…
Se hizo la noche, y con la tiniebla aguantò su despecho, las piernas con un temblor incesante pero, lo esperó y lo vio venir por Calle de las Águilas, en un rincón de Sevilla, en un lugar cualquiera se cruzaron los dos sus miradas.
Miradas que decían mucho, conversación infinita de quien ama al Dios verdadero y que aunque a veces sus pilares les tiemble se seguirá aferrando a Él, porque su Señor de la Presentación, su Moreno, lo tiene siempre a su lado.
Volvemos otra vez al mismo ritual, si has notado que es tu hora, no lo abandones, aférrate a su verdad, a la verdad de un Dios verdadero que fué prendido, y cual loco lo vistieron de blanco y en la Calzá lo presentamos, entrando como los Reyes, desde Oriente a Sevilla por Puerta Carmona.
Tú que fuiste su centinela, sigue con Èl de la mano, que la soledad del Costalero, es lo más cerca de lo Divino y Humano.
Juan Antonio Ortiz Izquierdo
